El morbo y el quíntuple crimen
–Desde el punto de vista de la salud mental–
Mg. Alma Segovia
Las distintas aristas del quíntuple homicidio en 2018 en Asunción instalaron de nuevo el debate de hasta dónde el periodismo y la propia sociedad respetan la intimidad del hecho. El abogado José Casañas Levi expuso al respecto que la prensa debe saber combinar el respeto a las leyes y a los principios éticos, principalmente en lo concerniente al derecho a la intimidad de las personas, pero sin sacrificar la libertad de expresión y la necesidad de informar, que es una garantía básica para contribuir a la transparencia en una sociedad democrática. En ese delicado equilibrio se deben cuidar la responsabilidad y la calidad del periodismo.
Referente al morbo que crea dicha situación, cabe mencionar que como seres humanos nos fascina lo prohibido, nos seduce lo grotesco, lo malo, lo reprobable. Sólo así podemos explicar la audiencia de tantas series o secciones de crónica negra. También puede que sea por eso por lo que a veces nos atrapan imágenes en las que previamente se advirtió que podrían herir gravemente la sensibilidad.
Pero, ¿qué misteriosa fuerza hace que nos seduzca tanto lo malo, lo prohibido, el dolor o las miserias ajenas? ¿Es que tenemos “un lado oscuro” que disfruta con el mal de otros? No es así, podemos estar tranquilos. Pero todavía tenemos mucho que aprender del mundo de los instintos y las pasiones. No lo controlamos tan bien como quisiéramos. Y es por ahí por donde morbo y sensacionalismo en ocasiones se dan la mano para manejarnos a sus anchas.
Y es que el ser humano se mueve por su necesidad de sentir emociones. Las bajezas humanas tienen mucho de transgresión, crítica, humor o liberación. Son vivencias muy potentes. Eso explica la facilidad con la que tantas veces nos arrastran.
El morbo, se nutre de la enigmática atracción del ser humano por el miedo, lo dañino, lo desagradable, lo malvado. Freud habló de cómo en lo más profundo de nuestro ser existe una potente pulsión que une estrechamente al miedo con el placer.
La ciencia también ha encontrado respuestas. El cerebro responde automáticamente a imágenes o noticias de impacto disparando grandes dosis de adrenalina. Los músculos se tensan, la respiración se acelera, aumenta el ritmo cardiaco, se dispara la alerta… Hasta que el córtex cerebral logra toma el control y advierte: “Esto no supone peligro”. Entonces llega el alivio. Los músculos se relajan y la respiración se normaliza.
Y con el alivio, se dispara gran cantidad de dopamina, neurotransmisor asociado al placer y bienestar. Ese estado de activación y posterior relajación, produce un efecto muy estimulante y casi adictivo. Muchos se enganchan a los efectos del susto y gustan de su repetición.
La violencia que nos muestran los medios informativos, especialmente la más cruda y horrible, es objeto de preocupación e interés social. Los emisores se plantean la conveniencia de mostrar gráficamente escenas con cadáveres y/o cuerpos destrozados. Los espectadores se sienten impulsados a mirar, interesados por una realidad crecientemente negativa, se muestran molestos por las emociones que experimentan y preocupados por el peligro que puede suponer la realidad mostrada. Tras emisiones especialmente fuertes o crudas no es raro que se acuse a los medios de provocar el “morbo” para incrementar su audiencia.
Aunque el significado del morbo es variable en distintos contextos, en todos ellos se refiere a lo negativo y lo oculto. Los actos humanos terribles movilizan la angustia porque no hay palabras para explicarlos o aceptarlos, ni siquiera para simbolizarlos como imágenes.
Los espectadores pueden optar por ver material horroroso y sangriento si consideran que la representación es un reflejo significativo y valioso de la realidad y pueden reflexionar sobre el costo humano de la violencia, por ejemplo, los efectos de las guerras o los conflictos. Es decir, construir el significado y el sentido, la función de la violencia y no eludir su comprensión y explicación.
La condición humana no rehúye de la violencia en todas sus variantes. Esta época ofrece en lo bueno y en lo malo un amplio escaparate hacia las desgracias ajenas; y de ello se nutre fundamentalmente el trabajo de periodistas. Eso aviva el interés por parte de muchos medios de comunicación en centrar la violencia o las desgracias ajenas en el foco principal de la vida cotidiana. Y en ese sentido hay una tendencia pusilánime a obtener beneficio de ello.
Por esto mismo en torno a los crímenes, se origina una poderosa industria del entretenimiento; tornado el hecho de que, la sangre, vende, atrae, causa morbo. Y cuanto mejor esté rodeada de abalorios más interés popular despertará.
¿Tan imprescindible es en la vida cotidiana otorgarle un exceso protagonismo a la violencia?
Lo cuestionable, es, realmente, de qué forma tratan la realidad en este caso: si de manera objetiva e imparcial, si en función de un interés en concienciar, si por cuestiones de morbosidad puramente.
Tal vez por esto estamos creando una sociedad más embrutecida, polvorienta y acrítica. Y hay quienes, con el vendaval cotidiano, más para lo malo que bueno, no dejan de tener una gran morbosidad por todo lo que huela a violencia en todas sus formas.
En el periodismo, por una parte, necesita de la objetividad para redactar una noticia, nunca se produce con ningún impacto artístico. Cuando conformas esto, en la medida en la que interviene la sensibilidad implica que hay una reelaboración del hecho real. Sin embargo, esto no implica que no se pueda ser fiel a los hechos. Habría que distinguir una determinada mirada que fiel a la táctica y otra que es fiel al simbolismo. Se puede ser fiel a los hechos de una manera simbólica, pero cuando interviene tu sensibilidad no se está siendo absolutamente respetuoso con lo sucedido.
Detrás de toda esta explosión mediática en torno a los crímenes, existen varias razones. Una de ellas sería que estos relatos ofrecen una narración altamente dramática. Por ejemplo, el orden social queda roto una vez se comete un asesinato y se tiene que proceder a una identificación, investigación y detención del autor. Por otra parte, el propio crimen exige que la sociedad tome en consideración qué tipos de delincuencia se considera más dañina.
El miedo que nos crean los crímenes nos hace comprobar de manera continua las libertades, derechos y obligaciones que tenemos al vivir en democracia. Además, nos adentra en aspectos tan humanos como la psicología o las experiencias personales de los propios protagonistas.
La situaciones o historias sobre asesinato, despiertan un interés que va más allá de la comprensión racional, tal vez porque, como escribe Feuerhelm en el prólogo, «la mayoría de nosotros no va a ser asesinado o testigo de un asesinato, ni vamos a cometer un asesinato», pero «resulta suficiente decir que nos encanta coleccionar dichas historias o imágenes de loa misma».
En el fondo todo esto nos recuerda que somos humanos. Un poco de morbo quizás no sea tan malo. Sin embargo, nuestra sociedad vive marcada por el exceso y abusar de él tiene muchos riesgos. Sólo debemos recordar que una de sus definiciones lo asocia a enfermedad. Nuestra sociedad vive marcada por el exceso ¿Pasaremos de largo? Imágenes extremas, violencia, peleas, verdades a medias.
Mg. Alma Segovia
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