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Homicidio seguido de suicidio

Homicidio seguido de suicidio

Mg. Alma Segovia

Desde el punto de vista psicológico, primeramente, se debe considerar la agresión a partir del agente agresor y, después, a partir del agente agredido. Desde el punto de vista del agresor, se debe considerar la intencionalidad del acto, o sea, la búsqueda deliberada de un individuo de transmitir estímulos nocivos a otro. Para la víctima, hay que tener en cuenta el sentimiento de estar siendo agredido o perjudicado.

En el suicidio, la agresión se dirige hacia la propia persona y hacia afuera como en el caso del homicidio. Se trata de un acto humano de cesación auto-infligida, intencional. La persona, incapaz de dominar una situación percibida como insoportable, y convencida de que no existe salida, planea y ejecuta una auto-lesión fatal. En este tipo de comportamiento, vida y muerte se encuentran, se complementan, y hasta se contradicen porque su camino es el de la ambigüedad: el acto se reviste de odio y amor, de coraje y cobardía, de temor y audacia.

También, con una base teórica psicodinámica, Menninger (1970) considera que por lo menos tres deseos podrían llevar al acto suicida: el deseo de morir, el deseo de matar y el deseo de estar muerto. Señala el autor, con respecto al deseo de matar, que éste puede dirigirse, no sólo hacia un objeto interno, traducido en el exterminio de la propia vida, sino también hacia un objeto externo, ya que la experiencia clínica reiteradamente confirma que el suicidio frecuentemente se destina a destruir la vida de los supervivientes.

Este deseo de matar, además, parte de la idea de que todo suicidio “es antes de todo un homicidio”. En la lengua alemana, el significado literal de la palabra es “homicidio de sí mismo”. Pero, si hay “en el suicidio un yo que se somete al homicidio y parece deseoso de hacerlo”, debe haber una explicación para esto. El deseo de matar resultaría de la destructividad primaria: bajo ciertas condiciones, los impulsos destructivos, investidos en uno o más objetos, se desprenden del ello, permitiendo que el impulso homicida, liberto, se aplique “sobre la persona de su origen, como objeto sustituto, realizando, así, un homicidio dislocado”.

El comportamiento suicida es comprendido como resultado de una todavía obscura interacción que envuelve varios aspectos, entre los cuales sobresalen la constitución biológica del individuo, su historia personal, aspectos psicológicos/psiquiátricos, hechos circunstanciales y el ambiente que le rodea.

Sin duda, el suicidio y el homicidio son tratados frecuentemente en los estudios relacionados con el comportamiento violento y la criminalidad. Los investigadores buscan comprender cuáles son los factores psicológicos, sociales y culturales que llevan a una persona a quitarse su propia vida o la de otro. Entre los actos violentos investigados se encuentra el homicidio seguido de suicidio, H/S. Éste es un tipo impactante de crimen que incluye una situación en la cual una persona quita la vida a otra(s) y, en un periodo máximo de 24 horas, se suicida.

El morbo y el quíntuple crimen

El morbo y el quíntuple crimen

Desde el punto de vista de la salud mental

Mg. Alma Segovia

Las distintas aristas del quíntuple homicidio en 2018 en Asunción instalaron de nuevo el debate de hasta dónde el periodismo y la propia sociedad respetan la intimidad del hecho. El abogado José Casañas Levi expuso al respecto que la prensa debe saber combinar el respeto a las leyes y a los principios éticos, principalmente en lo concerniente al derecho a la intimidad de las personas, pero sin sacrificar la libertad de expresión y la necesidad de informar, que es una garantía básica para contribuir a la transparencia en una sociedad democrática. En ese delicado equilibrio se deben cuidar la responsabilidad y la calidad del periodismo.

Referente al morbo que crea dicha situación, cabe mencionar que como seres humanos nos fascina lo prohibido, nos seduce lo grotesco, lo malo, lo reprobable. Sólo así podemos explicar la audiencia de tantas series o secciones de crónica negra. También puede que sea por eso por lo que a veces nos atrapan imágenes en las que previamente se advirtió que podrían herir gravemente la sensibilidad.

Pero, ¿qué misteriosa fuerza hace que nos seduzca tanto lo malo, lo prohibido, el dolor o las miserias ajenas? ¿Es que tenemos “un lado oscuro” que disfruta con el mal de otros? No es así, podemos estar tranquilos. Pero todavía tenemos mucho que aprender del mundo de los instintos y las pasiones. No lo controlamos tan bien como quisiéramos. Y es por ahí por donde morbo y sensacionalismo en ocasiones se dan la mano para manejarnos a sus anchas.

Y es que el ser humano se mueve por su necesidad de sentir emociones. Las bajezas humanas tienen mucho de transgresión, crítica, humor o liberación. Son vivencias muy potentes. Eso explica la facilidad con la que tantas veces nos arrastran.

El morbo, se nutre de la enigmática atracción del ser humano por el miedo, lo dañino, lo desagradable, lo malvado. Freud habló de cómo en lo más profundo de nuestro ser existe una potente pulsión que une estrechamente al miedo con el placer.

La ciencia también ha encontrado respuestas. El cerebro responde automáticamente a imágenes o noticias de impacto disparando grandes dosis de adrenalina. Los músculos se tensan, la respiración se acelera, aumenta el ritmo cardiaco, se dispara la alerta… Hasta que el córtex cerebral logra toma el control y advierte: “Esto no supone peligro”. Entonces llega el alivio. Los músculos se relajan y la respiración se normaliza.

Y con el alivio, se dispara gran cantidad de dopamina, neurotransmisor asociado al placer y bienestar. Ese estado de activación y posterior relajación, produce un efecto muy estimulante y casi adictivo. Muchos se enganchan a los efectos del susto y gustan de su repetición.

La violencia que nos muestran los medios informativos, especialmente la más cruda y horrible, es objeto de preocupación e interés social. Los emisores se plantean la conveniencia de mostrar gráficamente escenas con cadáveres y/o cuerpos destrozados. Los espectadores se sienten impulsados a mirar, interesados por una realidad crecientemente negativa, se muestran molestos por las emociones que experimentan y preocupados por el peligro que puede suponer la realidad mostrada. Tras emisiones especialmente fuertes o crudas no es raro que se acuse a los medios de provocar el “morbo” para incrementar su audiencia.

Aunque el significado del morbo es variable en distintos contextos, en todos ellos se refiere a lo negativo y lo oculto. Los actos humanos terribles movilizan la angustia porque no hay palabras para explicarlos o aceptarlos, ni siquiera para simbolizarlos como imágenes.

Los espectadores pueden optar por ver material horroroso y sangriento si consideran que la representación es un reflejo significativo y valioso de la realidad y pueden reflexionar sobre el costo humano de la violencia, por ejemplo, los efectos de las guerras o los conflictos. Es decir, construir el significado y el sentido, la función de la violencia y no eludir su comprensión y explicación.

La condición humana no rehúye de la violencia en todas sus variantes. Esta época ofrece en lo bueno y en lo malo un amplio escaparate hacia las desgracias ajenas; y de ello se nutre fundamentalmente el trabajo de periodistas. Eso aviva el interés por parte de muchos medios de comunicación en centrar la violencia o las desgracias ajenas en el foco principal de la vida cotidiana. Y en ese sentido hay una tendencia pusilánime a obtener beneficio de ello.

Por esto mismo en torno a los crímenes, se origina una poderosa industria del entretenimiento; tornado el hecho de que, la sangre, vende, atrae, causa morbo. Y cuanto mejor esté rodeada de abalorios más interés popular despertará.

¿Tan imprescindible es en la vida cotidiana otorgarle un exceso protagonismo a la violencia?

Lo cuestionable, es, realmente, de qué forma tratan la realidad en este caso: si de manera objetiva e imparcial, si en función de un interés en concienciar, si por cuestiones de morbosidad puramente.

Tal vez por esto estamos creando una sociedad más embrutecida, polvorienta y acrítica. Y hay quienes, con el vendaval cotidiano, más para lo malo que bueno, no dejan de tener una gran morbosidad por todo lo que huela a violencia en todas sus formas.

En el periodismo, por una parte, necesita de la objetividad para redactar una noticia, nunca se produce con ningún impacto artístico. Cuando conformas esto, en la medida en la que interviene la sensibilidad implica que hay una reelaboración del hecho real. Sin embargo, esto no implica que no se pueda ser fiel a los hechos. Habría que distinguir una determinada mirada que fiel a la táctica y otra que es fiel al simbolismo. Se puede ser fiel a los hechos de una manera simbólica, pero cuando interviene tu sensibilidad no se está siendo absolutamente respetuoso con lo sucedido.

Detrás de toda esta explosión mediática en torno a los crímenes, existen varias razones. Una de ellas sería que estos relatos ofrecen una narración altamente dramática. Por ejemplo, el orden social queda roto una vez se comete un asesinato y se tiene que proceder a una identificación, investigación y detención del autor. Por otra parte, el propio crimen exige que la sociedad tome en consideración qué tipos de delincuencia se considera más dañina.

El miedo que nos crean los crímenes nos hace comprobar de manera continua las libertades, derechos y obligaciones que tenemos al vivir en democracia. Además, nos adentra en aspectos tan humanos como la psicología o las experiencias personales de los propios protagonistas.

La situaciones o historias sobre asesinato, despiertan un interés que va más allá de la comprensión racional, tal vez porque, como escribe Feuerhelm en el prólogo, «la mayoría de nosotros no va a ser asesinado o testigo de un asesinato, ni vamos a cometer un asesinato», pero «resulta suficiente decir que nos encanta coleccionar dichas historias o imágenes de loa misma».

En el fondo todo esto nos recuerda que somos humanos. Un poco de morbo quizás no sea tan malo. Sin embargo, nuestra sociedad vive marcada por el exceso y abusar de él tiene muchos riesgos. Sólo debemos recordar que una de sus definiciones lo asocia a enfermedad. Nuestra sociedad vive marcada por el exceso ¿Pasaremos de largo? Imágenes extremas, violencia, peleas, verdades a medias.

Mg. Alma Segovia

libro «Psicología Penitenciaria»

El libro está destinado a todo lector interesado en la materia y especialmente a estudiantes y profesionales de psicología, profesionales de trabajo social, profesionales y estudiantes de derecho.

Sobre la autora
Alma Segovia es licenciada en Psicología Educacional y Máster en Psicología Clínica, egresada de la Universidad Nacional de Asunción, es Especialista en Psicología Forense por la Universidad Autónoma del Paraguay. Tiene Posgrado en Terapia Cognitivo Conductual y es especialista en Psicología Forense por la Universidad de Flores en Argentina. Es docente de la Universidad Nacional de Asunción y otras universidades privadas. También es Conferencista Internacional con más de 16 años en el ámbito Educacional, Clínico y Forense. Es Abogada y Escribana, egresada de la UNA. Actualmente alumna de la Maestría en Psicología Aplicada de la Universidad Francisco de Vitoria – Madrid y fue entrenada en Autopsia Psicológica por la Dra. Teresita García.

El material aborda la psicología penitenciaria en Paraguay, empezando con la historia de las cárceles y su evolución a través del tiempo. También desarrolla el estado actual de las personas privadas de libertad, la situación durante la pandemia de COVID-19, la implementación del Código de Ejecución Penal, el equipo técnico criminológico y falencias.

Un factor expuesto tiene que ver con la escasez de profesionales para la cobertura del tratamiento, seguimiento, clasificación y evaluación psicológica de las personas privadas de libertad.

La idea del libro surgió hace aproximadamente cinco años, cuando Alma empezó la cátedra de Psicología Penitenciaria y se encontró con poca bibliografía a nivel internacional y a nivel nacional prácticamente nula. Le tocó unir algunos retazos, incluso material de las propias cárceles o archivos que se encontraban por separado, pero ninguno condensado en un solo material. Al ver este gran déficit, se propuso a escribir y dejar de aporte un material que pueda graficar la situación de las personas privadas de libertad en Paraguay.

El libro tiene un costo de 50.000 Gs. El libro está destinado a ilustrar lo que realmente pasa en las cárceles y la autora busca que nadie esté ajeno a la realidad que se vive en las prisiones del país.

Existen muchísimas cosas que hacer todavía, todavía nos encontramos en una fase cero. Tenemos leyes, tenemos el Código Penal implementado desde el año 2015, tenemos equipos técnicos, criminológicos básicos que se van formando en las cárceles. Tenemos muchas cosas, tenemos cárceles nuevas pero no tenemos tratamientos adecuados para los privados de libertad, tampoco existen suficientes empresas que puedan emplearlos una vez que recuperen su libertad. No tenemos un patronato de liberados que funcione aquí en el país y que pueda darle seguimiento a los casos más relevantes, no relevantes a nivel de prensa nada más, sino clase y tipo de delito y todo lo que ellos y ellas necesiten. Que cumplamos la función de la cual nos habla el Artículo 20 de la Constitución Nacional: Las penas privativas de libertad tendrán por objeto la readaptación de los condenados y la protección de la sociedad. Quedan proscriptas la pena de confiscación de bienes y la de destierro. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

MUJERES QUE SON INFLUENCIADAS POR SU PAREJA PARA DELINQUIR

Mujeres que son influenciadas por su pareja para delinquir

El problema de la criminalidad femenina es mucho más complejo de cómo se describe en la literatura en general, en la que se minimiza la relevancia de las experiencias vitales de las mujeres que delinquen. De acuerdo con diversos autores, las mujeres que transgreden la ley pueden ser, en igual medida, víctimas y victimarias, puesto que la violencia es una característica común en su trayectoria de vida.

Algunos estudios manifiestan que factores como la violencia, las adicciones, la falta de oportunidades, la dependencia y la carencia extrema, son elementos que hacen a las mujeres mucho más propensas a cometer delitos.

Hay que considerar que, en ocasiones las mujeres que se encuentran en el contexto de la cárcel ya estaban presas antes de entrar a la prisión como víctimas de la violencia de género generalmente promovida por su pareja. Caen en la cárcel escapando de una relación de maltrato, y en esta huida se orientan al delito. Se considera pues, que existe una clara relación entre ser víctima y ser delincuente (delincuente, como son categorizadas por el sistema) y que una vez ingresan en cárcel únicamente se tiene en cuenta la categoría delincuente.

El incremento de chicas violentas es más una construcción social, que una realidad empírica. Las chicas no son más violentas, sino que las ganas de prevenir y punir la violencia habrían aumentado enormemente.

Las mujeres que cometen hechos delictivos violentos está relacionado con experiencias vitales abusivas. Como consecuencia aparece una representación por parte de los medios de comunicación de mujeres jóvenes violentas donde se dice que estas empiezan a actuar como los chicos. “Este tipo de delincuencia es presentada como un síntoma de su victimización”

Estamos ante una sociedad de cuidado, donde justamente los vínculos con la pareja se cosifican, se manipulan, se usan y se desechan. Al parecer el modelo económico capitalista que ha triunfado ha fortalecido el egoísmo y la iniciativa individual en detrimento de lo comunitario, de lo social, del fortalecimiento de los lazos de afecto y pertenencia familiar, local, nacional, entre otros.

La mayoría de las mujeres son víctimas de la sociedad que tenemos, no son enfermas, ni personas distintas a la mayoría de nosotras, son solo víctimas de las circunstancias desfavorables que les ha tocado vivir, en dónde la única salida para sobrevivir es ejecutando acciones delincuenciales que sirven a intereses poderosos del crimen organizado cada vez más legitimado; son el último eslabón en esa cadena cada vez más exitosa del crimen. Ver estos problemas más allá de la cárcel o del castigo es un avance importante para comprenderlo de manera más amplia.